Midiendo el mundo, biografía científica binaria de ficción

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En 2012 el director de cine alemán Detlev Buck llevó a cabo la tarea de dirigir la película basada en el popular libro La medición del mundo, publicada por el Daniel Kehlmann en 2005. Inspirada en la vida y aportaciones de dos relevantes científicos alemanes contemporáneos, esta biografía binaria, muy divertida, tuvo un éxito inmediato dentro y fuera de Alemania, hasta el punto de que se prescribe su lectura en centros de enseñanza, cosa que no le hace mucha gracia a su autor. La razón: aunque Kehlmann ha hecho una inmensa labor de documentación y  muchos de los hechos que se relatan son ciertos, no se trata de otra cosa que ficción. Con varios años de retraso se estrena hoy su adaptación cinematográfica en España.

Las vidas de Alexander von Humboldt y Carl Friedrich Gauss transcurren de forma paralela durante la Ilustración alemana, pero sus orígenes y el modo en que desarrollaron sus inquietudes intelectuales es totalmente antagónico. También sus personalidades lo son, pero no sus ansias de conocimiento. Casi en la entrada del nuevo siglo se producen sendos hitos en sus vidas: en 1799 Humboldt partirá hacia América en una expedición autofinanciada que duraría cinco años para estudiar todo parámetro del entorno natural que se cruzara por su camino, y Gauss leerá su tesis doctoral en la que disertaba sobre el teorema general del Álgebra. Dos años más tarde este último publicaba por fin Disquisitiones arithmaticae, la primera de sus grandes aportaciones a las Matemáticas.

Origen pudiente y pobre, Ciencias Naturales y Matemáticas, viajes y apego territorial, aventuras y rutina, soltería (en este caso a causa de la homosexualidad del personaje) y matrimonios. A partir de estos contrastes se van desarrollando dos historias que confluyen en 1828, ambos en la cincuentena, en un congreso de naturalistas en Berlín organizado por Humboldt, quien aprovecha para invitar al brillante matemático. Este acontecimiento, que abre la novela, fue uno de los que sí tuvo lugar en la vida real. De hecho, un interesante rédito científico se gestó en ese momento: el estudio a gran escala del campo magnético de la Tierra. Gauss desarrolló precisos instrumentos y herramientas matemáticas, comenzando su inmersión en la Física (que resultaría en la Ley de Gauss). Por su parte, Humboldt, propulsor de la idea, propició la construcción de observatorios en distintos lugares de la Tierra, como  Asia o Reino Unido.

Realizar el guion de la película, que también firma su director, no debe haber sido tarea nada fácil. La agilidad de las páginas y la fina ironía de las situaciones creadas por Kehlmann dificultan mucho la traducción al lenguaje cinematográfico, en este caso, rodado en 3D, eventualidad que redujo los días de rodaje de cuarenta y siete a treinta y uno. Aunque un poco deslavazada por falta de recursos o por la comprensible dificultad de adaptación, la película muestra bastante bien el mensaje de la historia, si bien carece en muchas ocasiones de su sentido del humor y a veces lo sustituye por un histrionismo que, en mi opinión, no va con la novela.

Pero lo que se pueda quedar por el camino del papel al celuloide se gana en una cuidada ambientación y una muy disfrutable fotografía, sobre todo en los pasajes más pobres y decadentes de la vida de Gauss (Florian David Fitz) y por supuesto, en los exuberantes viajes de Humboldt (Albrecht Schuch). Lo mejor de todo, las ganas de saber más después de ver/leer este ejercicio de ciencia e historia ficción.

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